Las primeras manifestaciones teatrales griegas tienen su origen en el ámbito religioso, como expresiones ligadas a dos realidades olímpicas que han sido contrapuestas a lo largo de muchos siglos: lo apolíneo y lo dionisíaco. Apolo, dios de la armonía y la belleza, de la razón y las artes, señor de las musas, de la profecía y la inspiración, lo era también de la tragedia. Por su parte, Dioniso era un dios ligado a la locura y a lo irracional, inspirador de los misterios órficos, promotor de la orgía cultual y representante de la comedia.