Andrómaca revoluciona el teatro de Irán

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Escena de la Andrómaca estrenada en Teherán

La "Andrómaca" de Racine, escrita en la Francia del siglo XVII, se ha convertido en las últimas semanas en un grito a favor de la libertad del teatro y la cultura en Irán. Este país, tras la revolución islámica que puso en manos de los ayatollahs la vigilancia moral de la sociedad, es uno de que los que en pleno siglo XXI continúa experimentando unos mayores índices de censura en la escena, especialmente en lo que respecta a las relaciones entre hombres y mujeres. Por este motivo, estrenar una obra como "Andrómaca", tan cargada de connotaciones críticas hacia la opresión de la mujer, supone siempre un riesgo de despertar la ira del clero islámico, lo que conllevaría, no sólo el cierre inmediato del teatro, sino la represión legal para todos los participantes en el proyecto. Aun así, en la sala Bzighar de Teherán han decidido arriesgarse y alzar el telón sobre esta historia del ciclo troyano centrada en las desgracias de la viuda de Héctor. La actriz Kamelia Karimi encarna a la perfección a esta mujer fuerte: mayor de treinta años, universitaria, soltera y sin hijos, es todo lo que el régimen de Jamenei reprueba en una mujer. Y sin embargo, lucha para consolidar su papel de actriz, a sabiendas de que la relativa libertad de la que gozan en estos momentos los escenarios puede terminar en cualquier momento. En el escenario, hombres y mujeres permanecen separados, lejos de cualquier posible contacto físico, lo que está terminantemente prohibido. Incluso un cruce de miradas especialmente intenso puede conllevar una denuncia y el cierre de la sala. Los actores y actrices se esfuerzan en suplir estas dificultades mediante una lectura apasionada del texto, mientras los técnicos de luces y sonido hacen lo propio dentro de sus posibilidades. Cualquier escena de amor, aunque sea insinuada está prohibida. ¿Cómo llevar la tragedia griega a la escena en estas circunstancias? Kamelia Karimi y sus compañeros comprenden las dificultades y los riesgos, y aún así luchan para llevar a un público minoritario los versos de Racine, de Sófocles, de Eurípides o de Shakespeare.

Fuente: El Mundo

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